1178 antes de nuestra era
Como es sabido, la guerra de Troya empezó por una mujer… o no. Hay quien dice que fue Zeus quien quiso originar un conflicto para reducir la población de la Tierra, que ya entonces parecía excesiva.
El juicio de la manzana
Lo cierto es que, la diosa Discordia se presentó en una boda a la que no había sido invitada y, llena de despecho, arrojó a los pies de Hera, Atenea y Afrodita una manzana de oro que llevaba la inscripción “A la más bella”.
Como las 3 se consideraron merecedoras del trofeo, Zeus tuvo que recurrir a un juez imparcial, al joven Paris, hijo del rey de Troya, que en aquel entonces ejercía de pastor en el monte Ida. Allí acudieron las 3 diosas para convencer (sobornar) ya al juez, a Paris, en este caso (¿será este el primer caso de justicia no imparcial en la literatura?¿Cómo ha de ser la justicia? ver J. Rawls y "El velo de la ignorancia" en su Teoría de la Justicia):
- Hera le ofreció riqueza y poder
- Atenea la sabiduría
- Afrodita el amor de la mortal más hermosa de Grecia.
Así Afrodita se convirtió en la diosa de la belleza, pero su decisiónn tuvo graves consecuencias para su pueblo, ya que la mortal más bella, no era otra que Helena, la esposa del rey de Esparta, Menelao, cuyo “rapto” desencadenaría en la famosa guerra de Troya.
Afrodita se encargó de que Helena, casada con Menelao, rey de Esparta, se enamorara perdidamente de Paris, y de que huyera con él, en una nave cargada con las riquezas de su marido. Menelao se lo tomó mal:
Naves negras frente a Troya:
Naves negras de todos los reinos e islas de Grecia, respondieron al llamamiento de Agamenón, el gran monarca de los griegos, haciéndose a la mar para conquistar Troya y recuperar a Helena.
En la época del flechazo entre Helena y Paris, Ulises y Penélope ya se habían casado, y tenían un hijo de meses, Telémaco.
En la guerra Ulises hizo un poco de todo, pero sobre todo, urdió la estratagema del famoso caballo de madera, gracias a cual los griegos consiguieron acabar con la resistencia troyana y ganar la guerra.
Ulises llevó a Troya doce naves y mil quinientos hombres. Veinte años después, cuando por fin pudo llegar a su ítaca natal, no le quedaba ni un solo hombre, ni una sola nave.
Canto 1: Los Dioses celebran consejo
Todos los que habían escapado a la muerte en la guerra de Troya, habían vuelto ya a su hogar menos Ulises, a quien, aunque estaba deseando regresar a su patria con su mujer, retenía la diosa Calipso, que lo tenía en una enorme cueva y planeaba casarse con él.
Pasados varios años, y pese a que los dioses habían empezado ya a compadecerlo y decidieron que volviese a Ítaca, ni siquiera entonces terminaron sus dificultades. Poseidón siguió acosándolo sin cesar y no le dejaba regresar, pero los otros dioses se congregaron en la casa de Zeus, señor de los Dioses de los hombres. Allí se encontraba, por supueSto también Atenea, diosa de la razón, de las artes y la guerra y protectora de Ulises, que se dirigió a Ulises así:
- Padre, hijo de Cronos, se me parte el corazón cuando pienso en Ulises y pienso en su sufrimiento n esa isla solitaria ceñida por el mar, lejos, de todos sus amigos y retenido por Calipso, hija de Atlas que intenta con halagos que se olvide de Ítaca, su patria, pero él, no piensa en otra cosa que en volver a su hogar. ¿Esto señor no te conmueve?
- Claro que me conmueve, Atenea - replicó Zeus -. ¿Cómo voy a olvidar a Ulises si no hay en la tierra hombre más capaz ni m´s generoso? Pero recuerda, Poseidón sigue furioso, aunque no mata a Ulises, lo atormenta y le impide volver a casa. Pero vamos a pensar cómo ayudarle regresar.
- Si los dioses quieren ahora que Ulises vuelva a casa, sería bueno que enviáramos a Hermes a la isla de Ogigia para que le diga a Calipso que Ulises debe regresar a su patria – señaló Atenea - Mientras tanto, yo iré a Ítaca a dar valor al hijo de Ulises, Telémaco para que convoque a los griegos en Asamblea y prohiba a los pretendientes d su madre Penélope que entren en su casa
Y con esas palabras, se calzó las relucientes sandalias doradas, inmoratales , con las que puede volar como el viento sobre la tierra o el mar, asir la temible lanza de bronce, con la que desbarata las filas de héroes que la han contrariado, y voló desde las altas cumbres del Olimpo. Enseguida estuvo en Ítaca.