El asombro, motor del saber
El asombro hace que el hombre despierte, despierte ante la realidad, lo mantiene alerta en su afán especulativo o teórico. Los hombres buscamos desinteresadamente el saber por el saber, el saber del ser, independientemente de su utilidad.
Escribe Josef Pieper:
«En efecto, estas palabras [theoria, teorético] significan, tal como las entendían los antiguos, exactamente esto: una actitud frente al mundo, un dirigirse a la realidad caracterizado únicamente por el deseo de que esa realidad del mundo se muestre tal como efectivamente es (…). Así se puede también decir que es «teorética» esa actitud frente al mundo, en la que se apunta a la verdad y nada más que a la verdad (...). Nunca ni en ninguna otra parte, sino en la theoria filosófica realizada vitalmente, se da una independencia tan radical frente a cualquier ordenación a un servicio, mediante finalidades prácticas. Y precisamente a esta independencia se refiere la «libertad» del que filosofa»(...) «En este su comenzar por el asombro se patentiza el esencial carácter antiburgués, por así decir, de la filosofía, ya que el asombro es algo antiburgues (...). Pues, ¿qué significa aburguesamiento en sentido espiritual? La sensibilidad burguesa embotada lo encuentra todo evidente, comprensible por sí mismo. Pero, ¿qué es en verdad obvio, evidente?(…) Así no puede preguntar quien está encerrado en lo cotidiano, en el interior de lo cotidiano; no puede desde el momento en que no es capaz (…) de olvidar por una vez los inmediatos fines vitales, mientras que justamente lo que caracteriza a quien se asombra es que para él, hombre perplejo ante el semblante más hondo del mundo, callan esos fines, aunque sólo sea durante ese momento de atónito mirar la faz maravillosa del mundo.
Así, el que se asombra, y únicamente él, es quien lleva a cabo en forma pura aquella primaria actitud ante lo que es, que desde Platón se llama “theoria” pura captación receptiva de la realidad, no enturbiada por las voces interruptoras del querer (…)
El hombre no se ha vuelto ciego para lo asombroso que yace en el hecho de que algo sea. Lo «nunca visto», lo enorme y sensacional, no es lo que prende y atiza el asombro filosófico, sino sólo aquello donde una sensibilidad embotada capta algo así como un sustitutivo del verdadero
asombro. Quien necesita de lo desusado para caer en el asombro demuestra precisamente con ello que ha perdido la capacidad de responder adecuadamente a lo admirable del ser»3.
Hemos dicho al comienzo que el asombro despierta y sostiene la pregunta por el ser. Y es que en realidad, el que filosofa «desde el asombro»; justamente, no sale del asombro, a no ser que deje de filosofar de verdad^^.
Heidegger, en su conferencia ¿Qué es eso de filosofia? (Was ist das --die Philosophie?, 1955), subrayará lo mismo, advirtiéndonos del peligro de pensar el asombro como un estímulo que, una vez puesta en marcha la filosofía, pueda volverse superfluo y desaparecer. Pero el asombro es el que domina por completo cada paso de la filosofía. El asombro pide silencio. Sólo el silencio permite mantener el oído atento al ser de las cosas.
Que la teoría sea pura captación receptiva de la realidad, «no enturbiada por las voces interruptoras del querer», explica que el silencio sea requisito ineludible de la contemplación, para que, a través de nuestra inteligencia, hable la realidad. Sólo el silencio permite mantener el oído atento al ser de las cosas. El asombro pide silencio.
La admiración es principio que sostiene todo acto teórico. Frente a las ciencias, que intentan dar respuestas próximas, en relación con los principios propios de cada ciencia., la «theoria» filosófica surge como el esfuerzo por encontrar las respuestas últimas, pues al hombre no le satisfacen las explicaciones parciales (aunque verdaderas), sino que busca un conocimiento último y radical.
Todo hombre es por naturaleza filósofo.
Para Platón y Aristóteles no hay filosofar sin admirarse, sin asombrarse o maravillarse
Y Aristóteles escribe en su Metafisica :
«Que no se trata de una ciencia productiva es evidente ya por los que primero filosofaron. Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y la generación del universo. Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia (por eso también el que ama los mitos es en cierto modo filósofo; pues el mito se compone de elementos maravillosos). De suerte que, si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento, y no por alguna utilidad^^..
PIEPER, J., Defensa de la filosofía, 5" ed., Herder, Barcelona 1982, pp. 51-52. Sobre el
asombro o admiración.
HEIDEGGER, M., ¿Qué es eso de filosofía?(Was ist das- die Philosophie?., Sur Buenos Aires 1960, p. 51.
ARISTOTELES, Metafisica, I,2,982 bll-21.
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