¿El caballo se come al alfil? Legendario
debate Wilberforce-Huxley de Gould, G. #Texto
Asociación Británica para el Avance de la Ciencia-1860
(incluye versión canónica y oficial)
“La verdad representa la única manera
de hacer que un relato complejo sea comprendido correctamente (…) Pero para un
estudioso no hay nada como la falsedad. Las mentiras son algo preciso,
acontecimientos históricos identificables cuya pista se puede seguir: Las
falsedades también tienen motivaciones, que son puntos de partida para nuestras
meditaciones sobre el animal humano. La verdad, en cambio, simplemente ocurre.
La información exacta sobre ella nos enseña poca cosa más allá del propio
acontecimiento.
Desde este punto de vista, debemos
señalar con interés que el relato más famoso en toda la hagiografía de la
evolución, si no es completamente falso, al menos ha sido muy distorsionado por
una reconstrucción sesgada mucho después del hecho. Me refiero al legendario
encuentro de Thomas Henry Huxley con el obispo de Oxford, “San el Jabonoso”
Wilberforce, en la reunión de 1860 de la Asociación Británica para el Avance de
la Ciencia.
Darwin había publicado El origen de
las especies en noviembre de 1859. Así, cuando la Asociación Británica para el
Avance de la Ciencia se reunió en Oxford en el verano de 1860, en el que fue el
mayor de todos los debates recibió su primer oreo público prominente. El sábado
30 de junio, más de 700 personas se apiñaban en la mayor de las salas del Museo
Zoológico de Oxford para escuchar lo que fue, según todos los relatos, una
perorata absolutamente espantosa que duró toda una hora, por parte de un
estudioso norteamericano, el doctor Draper, sobre el “desarrollo intelectual de
Europa considerado con referencia a las opiniones de míster Darwin. Leonard
Huxley escribió en Life and letters of Thomas Henry Huxley:
La sala estaba llena
hasta la asfixia …Las mismas ventanas a través de las que la sala estaba
iluminada a todo lo largo de su lado occidental estaban atestadas de señoras,
cuyos blancos pañuelos, que ondeaban y se agitaban en el aire al final del
parlamento del Obispo, fueron un factor inolvidable en la aclamación de la
multitud.
Había corrido ampliamente la voz de
que “San el Jabonoso” Wilberforce, el obispo de Oxford de pico de oro,
asistiría con el propósito confesado de aplastar a míster Darwin en la
discusión que seguiría a la comunicación de Drapper.
El relato del discurso del discurso
de Wilberforce y de la respuesta de Huxley se ha venerado entre la media docena
de grandes leyendas de la ciencia seguramente al mismo nivel que Newton
golpeado en la cabeza por una manzana o Arquímedes saliendo del baño y gritando
“eureka” por las calles de Siracusa. Hemos leído este relato desde el álbum de
cómics, al tomo docto, pasando por la novela. Hemos visto la escena por
cortesía de la BC, en nuestra sala de estar: El relato tiene una “versión
oficial” codificada por Francis el hijo de Darwin, publicada en su Life and
letters of Charles Darwin, y ampliada en la biografía que Leonard Huxley
escribió de su padre. Esta
reconstrucción se ha hecho canónica, se ha copiado de una fuente a otra
posterior, cientos de veces, y raramente alterada ni siquiera un ápice:
Durante media hora el obispo habló ferozmente,
ridiculizando a Darwin y a Huxley, y después se volvió hacia Huxley, que se
sentada con él en la plataforma. En tono helado por el sarcasmo le planteó su
famosa pregunta: su descendencia de un mono, ¿le venía por parte de su abuelo o
de su abuela? … Ante la pregunta del obispo, Huxley dio una palmada en la
rodilla del sorprendido científico que se encontraba a su lado y susurró: “ El
Señor lo ha puesto en mis manos”… (Huxley) despedazó las argumentaciones que
Wilberforce había empleado … Avanzando gradualmente hasta su clímax, exclamó
que no sentiría vergüenza por tener un simio como antepasado, pero que se
avergonzaría de un hombre brillante que se sumergía en cuestiones científicas de
las que no sabía nada. En efecto, Huxley dijo que preferiría tener por
antepasado a un simio que al obispo, y la muchedumbre no tuvo duda alguna respecto
a lo que quería decir.
La sala se disolvió en conmoción. Los hombres se ponían de pie, gritando
ante este insulto directo al clero. Lady Brewser se desmayó. El almirante
FitzRoy, el antiguo capitán del Beagle, blandía una biblia bien alto, gritando
por encima del tumulto que ésta, y no la víbora que había albergado en su
barco, era la autoridad verdadera e intachable…
El tema estaba planteado. Desde aquel momento, la disputa sobre el tema
elemental en el que el mundo creía que estaba implicado, ciencia frente a
religión, iba a encarnizarse sin cesar.
Durante seis meses me senté junto a
una pequeña placa de latón que anunciaba que el gran acontecimiento había
tenido lugar en el sitio exacto en el que me encontraba. También me sentía
incómodo con el relato oficial por dos razones concretas:
1-
Todo
es demasiado pintiparado: el vencedor y el vencido, el bien que triunfa sobre
el mal, la razón sobre la superstición. Muy pocos relatos heroicos de tipo tan
simple resultan ser ciertos.
2-
Sabía
que el relato oficial era una reconstrucción,
hecha por los paladines de Darwin cerca de un cuarto de siglo después del hecho.
Por sorprendente qu parezca, nadie se preocupó por registrar el acontecimiento
en el más mínimo detalle en aquella época. No había hoy ningún taquígrafo punto
los dos hombres intercambiaron palabras, eso es seguro, pero nadie sabe lo que
dijeron realmente. Resulta irónico que la versión oficial haya sido tan
ampliamente aceptada y nunca puesta en tela de juicio.
Pero por falta de nuevos datos sobre
mis sospechas se quedó muy postergado en mi cadena de montaje, hasta que recibí
una carta de mi amigo y distinguido estudioso de Darwin San Schweber, de la
Universidad Brandeis. Schweber me escribió metro PC con una carta de Balfour
Stewart a David Forbes que comentaba la reunión de la ABAC a la que acababa de
asistir y en la que presenció el debate Huxley-Wilberforce punto es probablemente la exposición más
exacta de lo que sucedió:
Hoy hubo una animada
discusión en una gran sala el último sábado en Oxford sobre la teoría de Darwin
en la que el obispo de Oxford y el profesor Huxley llegaron a las manos... Hubo
una cosa buena que no puedo dejar de mencionar. El obispo dijo que había sido
informado de que el profesor Huxley había dicho que no le importaba si su
abuelo era un simio pero que a él no le gustaría ir al jardín zoológico y
encontrar al padre de su padre, o la madre de su madre en algún simio anticuado,
a lo que el profesor Huxley replicó que preferiría tener por abuelo a un
honesto simio situado bajo en la escala del ser, que a un hombre de intelecto
exaltado y grandes cualidades que empleaba su poder para pervertir la verdad.
Gould, G.: Obra esencial. Crítica
Propuesta:
Lectura,
comprensión y dramatización en pequeños grupo de una de las versiones del del
famoso debate Huxley-Wilberforce. Posteriormente visionado del documental de la
BBC y comentario
No hay comentarios:
Publicar un comentario